En una sesión de psicosis del congreso del ECNP de 2018, Florence Thibaut, del Hospital Universitario Cochin, Paris, Francia, presentó los aspectos más destacados de tres estudios recientes que le habían llamado la atención: nueva perspectiva sobre el vínculo existente entre la enfermedad mental y la creatividad; vías inflamatorias que la psicosis y la prediabetes pueden compartir; y un ensayo con resultados negativos en relación a los AGPI (PUFA en inglés) en sujetos de alto riesgo.
Una saga islandesa: la psicosis y la creatividad comparten raíces genéticas
¿Existe una relación entre la enfermedad mental grave y la creatividad? Este tema ha sido objeto de debate durante décadas; y ejemplos sorprendentes, como el de la poetisa Sylvia Plath, que padecía trastorno bipolar, alimentan la creencia de que están relacionadas. Pero no es fácil encontrar una forma sistemática de abordar esta pregunta, que particularmente ayude a comprender los posibles mecanismos que subyacen a esta posible asociación.
Los investigadores se propusieron explorar esta posible relación examinando las puntuaciones de riesgo poligénico derivadas de los Consorcios de Genómica Psiquiátrica.1 Cerca de 90.000 sujetos de la población general de Islandia participaron en el estudio. Se observó que las puntuaciones de riesgo poligénico de esquizofrenia y de trastorno bipolar elevadas predicen en una pequeña pero significativa medida, la probabilidad de que un sujeto inicie una trayectoria “creativa”, que los investigadores determinaron a partir de la pertenencia a sociedades nacionales islandesas de actores, bailarines, músicos, artistas plásticos y escritores.1
No encontraron ninguna relación con la probabilidad de ejercer otras profesiones, tales como la agricultura, la pesca o trabajos manuales o ejecutivos.
Se ha señalado que las altas puntuaciones de riesgo poligénico de esquizofrenia y de trastorno bipolar predicen en una pequeña pero significativa medida, la probabilidad de que un sujeto inicie una trayectoria “creativa”
Psicosis y la diabetes podrían estar vinculadas por vías inflamatorias compartidas
La conexión entre esquizofrenia y diabetes tipo 2 es otro tema al que se ha prestado mucha atención. Un análisis reciente de estudios publicados indica que los estados prediabéticos son más frecuentes en personas que han sufrido un primer episodio de psicosis (sin una exposición apreciable a antipsicóticos) que en sujetos sanos de control emparejados.2
La base de esta relación pueden ser alteraciones compartidas en los genes relacionados con el complejo HLA y con los procesos inflamatorios, que han sido observadas en estudios de asociación genómica amplia.
Se observaron estados prediabéticos con mayor frecuencia en personas que habían sufrido un primer episodio de psicosis que en los sujetos sanos de control emparejados
En una revisión sistemática y metanálisis, Benjamin Perry y colaboradores, de las Universidades de Warwick y Birmingham, Reino Unido, evaluaron las evidencias existentes respecto a la asociación entre un primer episodio de psicosis y alteraciones del control glucémico.
El análisis de los datos combinados de 12 estudios que contaron con más de 1000 participantes mostró que, a pesar de que el primer episodio de psicosis no guardaba una relación significativa con la glucemia en ayunas, estaba relacionado con la resistencia a la insulina y la alteración de la tolerancia a la glucosa.
Investigaciones relacionaron el TNF-α, la proteína C reactiva y las interleucinas IL 1-β y IL 6 con la esquizofrenia y con la diabetes
Resultados negativos de un ensayo con ácidos grados poliinsaturados en sujetos con riesgo ultraelevado
Jóvenes con un riesgo del 15-30 % de desarrollar un trastorno psicótico completo en el plazo de un año fueron aleatorizados para recibir 1,4 g de ácidos grasos poliinsaturados (AGPI) omega-3 de cadena larga o un placebo (aceite de parafina).3 Tomar AGPI no marcó ninguna diferencia en el riesgo de desarrollar psicosis. Sin embargo, el riesgo de transición a la psicosis fue de tan solo el 11%, en comparación con el riesgo previsto de hasta el 30%, tanto en los sujetos tratados como los sujetos de control.
Esto sugiere que otros tratamientos disponibles para todos los participantes, en particular la terapia cognitivo-conductual y los ISRS, podrían haber sido eficaces para reducir el estado de riesgo ultraelevado.