El capítulo de salud mental y trastornos de la conducta de la nueva CIE se ha diseñado para ofrecer orientación para la evaluación clínica. Su objetivo no es imponer criterios diagnósticos, tales como el número o la duración los de síntomas. Estudios de campo han demostrado que es un instrumento fácil de usar para el clínico y tan fiable como los sistemas más prescriptivos. Además, los usuarios han otorgado calificaciones altas a su utilidad clínica. En el Congreso Mundial de Psiquiatría se afirmó que estos resultados son buenas noticias.
El proceso de diseño de la nueva Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-11) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzó en 2011. Tras diversas rondas de desarrollo, revisión y refinamiento, en junio de 2018 se publicó una versión casi definitiva, y en mayo de 2019 la Asamblea mundial de la Salud ratificará la versión final. Aun así, para que los países miembros tengan tiempo para adaptarse, no estará en vigor hasta el 1 de enero de 2022.
Estudios de campo han demostrado que es un instrumento fácil de usar para el clínico y tan fiable como los sistemas más prescriptivos, y los usuarios han otorgado calificaciones altas a su utilidad clínica
Se ha recorrido un largo camino
La gestación del capítulo de salud mental y trastornos de la conducta ha sido tan prolongada como la de cualquier otro elemento de la nueva CIE. Antes de su finalización se han efectuado ensayos de campo para refinar el proceso de desarrollo, pero, ¿hasta qué punto funciona bien en la práctica el nuevo capítulo de salud mental de la CIE?
María Elena Medina Mora, del Instituto Nacional de Psiquiatría, de Ciudad de México revisó los datos relativos a la utilidad clínica percibida, derivados de unos 3000 usuarios que atienden pacientes en la práctica clínica real. Un 84 % de los respondedores calificó la facilidad de uso de la CIE-11 como “bastante buena” o “sumamente buena”; un 83 % calificó la precisión de las descripciones como “bastante buena” o “sumamente buena”; y un 84 % otorgó puntuaciones igualmente positivas a la claridad y la comprensibilidad del instrumento.1
La atención prestada a la utilidad clínica durante la redacción de la guía ha dado sus frutos
Un 74 % de los respondedores consideró que el capítulo de salud mental es “bastante útil” o “sumamente útil” para evaluar el tratamiento; un 76 % lo consideró igualmente bueno para establecer el límite entre normalidad y patología; y un 78 % se mostró satisfecho de su capacidad para distinguir entre la patología que exhibe el paciente y otras posibles patologías. La calificación de utilidad fue ligeramente más baja para los trastornos depresivos que para la esquizofrenia.
Un 78 % se mostró satisfecho de su capacidad para distinguir entre la patología que exhibe el paciente y otras posibles patologías
Determinación de la fiabilidad
Geoffrey Reed, del Departamento de Salud Mental y Toxicomanías de la OMS, Ginebra, Suiza, explicó que en una fase anterior de la evaluación, la coherencia de los juicios diagnósticos facilitados por el nuevo capítulo se probó en estudios efectuados en internet, a través de la Global Clinical Practice Network.
Básicamente, se presentó a los médicos experimentados material de casos estandarizados y se evaluó su grado de acuerdo. Se exploraron las razones que llevan a formular un diagnóstico concreto, y áreas que habían mostrado ser confusas y con posibilidades de ser interpretadas de manera incoherente. Participaron más de 15 000 profesionales sanitarios. La coherencia de los juicios diagnósticos emitidos con la CIE-11 se comparó con la de la CIE-10, y mostró ser más fiable en casi todas las áreas. En el caso del trastorno de estrés postraumático (TEPT), por ejemplo, con la CIE-10 hubo acuerdo diagnóstico entre los médicos en el 77 % de los casos y con la CIE-11 en el 82 % de los casos.
La coherencia de los juicios diagnósticos emitidos con la CIE-11 se comparó con la de la CIE-10, y mostró ser más fiable en casi todas las áreas.
¿Se han abordado de forma adecuada las diferencias culturales?
Oye Gureje, de la Universidad de Ibadan, Nigeria, es Codirector del Grupo de Trabajo de Cultura de la CIE-11, y se le pidió que comentara si el nuevo sistema tiene plenamente en cuenta los factores culturales.
Afirmó que cualquier clasificación de las enfermedades se integra en la cultura en la que se formula. En el caso de la psiquiatría, esta es esencialmente la cultura de Europa Occidental y Norteamérica. Debido a la ausencia de atributos biológicos para su validación y al carácter dimensional de la mayoría de constructos psiquiátricos, la cuestión de dónde termina la normalidad y comienza la psicopatología siempre será difícil de resolver.
Evaluar dónde termina la normalidad y comienza la psicopatología siempre es difícil, especialmente entre diferentes culturas
Comentó también que el proceso de desarrollo de la CIE-11 mereció elogios por la medida en que abarcaba la diversidad. A pesar de que no proporciona todo lo que es necesario saber para tomar decisiones informadas desde el punto de vista cultural, ofrece una orientación cultural útil para aquellos que tratan de interpretar las categorías diagnósticas que ofrece.