La complejidad de la prevención y la gestión de la infección se multiplica en las personas con demencia. Los problemas de memoria y comprensión limitan el cuidado personal, mientras que la proximidad de los cuidadores plantea riesgos para todos. Además, en pacientes con enfermedad crítica, el delirio puede exacerbar la demencia.
Un 81 % de las personas con demencia debida a la enfermedad de Alzheimer (EA) son mayores de 75 años.1 La edad media de presentación de los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson (EP) es de aproximadamente sesenta años.2 El número de comorbilidades aumenta de forma gradual con la edad: en un estudio reciente, el 39 % de los estadounidenses mayores de 65 años presentaban tres patologías crónicas o más.3
Por lo tanto, parece claro que las personas con enfermedades neurodegenerativas de este tipo, y especialmente las que padecen demencia por EA, tienen un riesgo relacionado con la edad más alto de desarrollar complicaciones de la infección COVID-19, y por tanto un alto riesgo de hospitalización y necesidad de cuidados intensivos.4
Doble golpe
Los 50 millones de personas que padecen demencia en todo el mundo5 y la cifra total de casos conocidos de COVID-19 a nivel mundial, que se ha disparado hasta un millón en una curva que se acelera con rapidez,6 representan una desafortunada conjunción de pandemias.
Wang et al7 evaluaron recientemente la situación con sensatez y sobriedad. En una carta publicada en The Lancet identifican muchos factores que plantean problemas particulares para las personas con demencia, incluso si no están institucionalizadas:
- Limitación en el acceso y la comprensión de la información científica
- Problemas de memoria que dificultan el mantenimiento de la distancia social y otras medidas de protección, como el lavado de manos
- Poca o nula capacidad para usar internet y las redes sociales
- Dependencia de uno o más cuidadores y dificultades para evitar un contacto estrecho
- Para los pacientes con enfermedad grave que requiere atención hospitalaria: estrés causado por el desplazamiento y riesgo de delirio inducido por la hipoxia
Aunque en menor grado, estas consideraciones son aplicables a las personas ancianas con EP avanzada. Otros problemas específicos son la falta de contacto con los psicoterapeutas y la imposibilidad de hacer el ejercicio al aire libre recomendado.
Fuentes de apoyo
La experiencia reciente de China constata la importancia del trabajo multidisciplinario, de facilitar el asesoramiento a los cuidadores y del ofrecimiento de programas de reducción del estrés a distancia, como la relajación o la meditación.7
La American Academy of Neurology ha desarrollado recursos para ayudar a afrontar la emergencia de la COVID-198 que comprenden recomendaciones para la implementación de la telemedicina, incluyendo la realización de exploraciones neurológicas a distancia,9 consejos específicos sobre la telemedicina en la EP y una demostración en vivo.
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